sábado, 25 de marzo de 2017

Bittersweet Icy Crystals

Violencia. Un choque automovilístico; fragmentos de vidrio expelidos en distintas direcciones, un estruendo y el rechinar de los neumáticos contra el pavimento... Una motosierra encendida, con estruendo destroza lo que toca; el ruido del acero desgarrando la piel. Trozos de músculo cayendo en la hierba seca, fluidos goteando por todas partes, una mezcla de trozos de huesos y sangre mueven las raices secas al caer sobre ellas con un ruido sordo... Un individuo con una ganzúa forza la cerradura del sedán blanco, lo aborda y con un chispazo provocado al juntar el cable rojo y el verde, el motor ruge. El hombre cierra la puerta, pisa el embrague, acelera y se aleja... El sol evaporaba el agua de la carretera. El pequeño niño exprimía la jerga y la frotaba dentro de la cubeta llena con espuma ennegrecida. Corría a frotar los incandecentes cristales de la mini-van esperando recibir una moneda... Rosas en el cesto de basura salpicado de trozos de encéfalo, adornadas con una tarjeta húmeda, con la frase: "Sé mía Yolanda" escrita con tinta negra corrida. El cañón del Smith & Wesson aún producía humo que desaparecía en la nada...

Cada imágen salía de algún lugar recóndito del universo y se encadenaba, una con la otra. El cúmulo se hacía más y más grande hasta sofocar el pensamiento de Saúl, quien se encontraba otra vez sumido en los mismos sentimientos que lo habían asaltado durante el último mes. No podía dejar de pensar en la desgracia del mundo y en la desgracia propia.

El agua caía salpicando los azulejos del baño, humedecidos por el mismo vapor de la ducha caliente. El característico ruido de la regadera inundaba el lugar haciendo resonar el eco del chapoteo.

Con los brazos apoyados sobre la pared y cabizbajo, maldecía murmurando y golpeaba la pared con el puño cerrado haciendo resonar el concreto de la pared. Por alguna extraña razón no podía llorar. Las lágrimas no corrían por sus mejillas como recordaba. Tal vez eso era lo que el creía, tal vez la tibia agua que caía y mojaba su rostro enmascaraba esas lágrimas.

Pero no, no sentía ese doloroso espasmo que solía tener al llorar en la ducha y tampoco podía recordar la razón de su desafortunado intento de llanto, era como si hubieran velado la parte triste de una cinta, esa parte dónde muere el protagonista y toda la audiencia rompe en lágrimas, eso se había ido, solo quedaba una imágen negra, un silencio y el sentimiento; como si los cautivos usuarios le brindaran sus emociones a una oscura pantalla sin ninguna imágen.

Pero entonces algo ocurría y como si se tratara de otra vieja cinta veía una vez más esos ojos, las delicadas pestañas y los rojos labios que enloquecían a todo aquel que posara la mirada en ellos.

El dolor aumentaba, las imágenes y la cinta café se unían y sumían la mente en tinieblas. No podía pensar más. No sabía de sentimientos, no sabía de razones, solo quería volver a ver la cinta aunque esta se incrustara cada vez más profundo en el alma del desdichado y necio hombre, desplazándola hasta renunciar a su humanidad.